Cómo salir de la zona de confort
La zona de confort y cómo salir de ella.
Los seres humanos tenemos la tendencia a realizar las mismas cosas que hemos hecho durante mucho tiempo. La manera como encaramos el día a día podría ser el resultado de una rutina que hemos cosechado durante años y con la que podemos sentirnos muy a gusto, aunque a veces esa comodidad quizá se traduzca en insatisfacción por no hacer algo más.
Lo cierto es que esta rutina usualmente nos mantiene en un mismo lugar, realizando las mismas cosas, conviviendo con las mismas personas, y viviendo una y otra vez las mismas experiencias que ya no resultan ser tan enriquecedoras, tal como sí solían serlo en el pasado.
Por ejemplo, seguramente habremos tenido la oportunidad de ser contratados en un nuevo trabajo, debido a que el que tenemos ya no nos satisface, y cuando hemos estado a punto de conseguirlo, nos arrepentimos por el temor de no ser lo suficientemente competentes y preferimos abandonar la búsqueda para permanecer con la opción segura en la que ya nos encontramos desde hace varios años. ¿A cuántos no les ha pasado esto?
Y así como podría ocurrirnos con el trabajo, existen muchos ejemplos más que explicarían perfectamente lo que sentimos al no poder salir de nuestra zona de confort: comer algo nunca antes probado, comprar ropa con un estilo diferente al acostumbrado, viajar a un nuevo destino, cambiar de automóvil, mudarnos de ciudad o país, conseguir pareja… Todo esto termina convirtiéndose en un intento frustrado de modificar lo que ya tenemos por algo diferente, pero que tememos hacerlo por culpa de eso que llamamos “miedo a lo desconocido”.
De esta manera, podemos ir descubriendo cómo el permanecer haciendo lo que siempre hemos hecho podría impedirnos vivir nuevas experiencias y no saber nunca si hubiésemos tenido éxito. Sea cual sea el caso, nunca está de más intentar dejar a un lado la rutina y probar cosas nuevas; la clave está en atreverse a intentarlo, y para eso debes descubrir cómo salir de tu zona de confort.
Zona de confort: límites dentro de nuestra mente.
La zona de confort es habitualmente conocida dentro del campo de la psicología como esa sensación de comodidad en la que las personas nos encontramos según el entorno en el que nos desenvolvemos. Por lo general, permanecer en la zona de confort es posible tan solo manteniendo un estilo de vida en el cual siempre se haga lo mismo, aquello a lo que estamos acostumbrados y que nos proporciona un estado de tranquilidad que no genere complicaciones en nuestro día a día.
Esta circunstancia, lejos de ser algo completamente negativo, simplemente nos aleja de situaciones de riesgo por las que no quisiéramos pasar, pero esto significa únicamente que el bienestar adquirido proviene únicamente de no experimentar ningún tipo de emociones negativas como el miedo, la ansiedad o la angustia causada por las incertidumbres propias de no saber qué pueda ocurrir en determinado momento, lo cual quiere decir que difícilmente la experimentación de emociones positivas será el causante del bienestar logrado.
Entonces, el no salir de la zona de confort lo que hace es limitarnos las posibilidades de vivir algo nuevo y conocer cuánto podemos hacer y hasta dónde podemos llegar para descubrir una cara positiva de las emociones como, por ejemplo, alegría, satisfacción, orgullo o entusiasmo por explorar un aspecto desconocido de nuestras capacidades tanto físicas como mentales. Por lo tanto, con esta actitud jamás tendremos la oportunidad de conocer cómo podríamos ser capaces de combatir nuestros propios miedos y temores de hacer algo diferente a lo que siempre hacemos.
Estos límites dentro de los cuales nos encerramos por lo general sólo se encuentran en nuestra mente, porque de alguna manera nos convencemos de que no necesitamos absolutamente nada más de lo que ya hemos logrado, quitándonos a nosotros mismos la posibilidad de ir más allá y dejándonos a la merced de un estado de estancamiento que puede llegar a ser peligroso para el desarrollo de nuestra personalidad, porque siempre nos sentiremos satisfechos con los mismos estímulos que hemos experimentad siempre; sencillamente nos encontramos en un estado de comodidad con lo que ya tenemos y sentimos que no necesitamos nada más.
La zona de confort a su vez está rodeada de dos zonas más que la complementan y sirven para entender de mejor manera por qué algunas personas no pueden salir de ella, pero también cuánta importancia tendría atreverse a explorar un poco más allá de esos límites que nos trazamos en nuestra mente. Se trata de la zona de aprendizaje y la zona de pánico.
Zona de aprendizaje
Es ese espacio mental que se encuentra inmediatamente después de la zona de confort y en la que nos atrevemos a explorar cuando tenemos la disposición de conocer algo nuevo, de adquirir nuevos conocimientos o de poder ampliarlos más allá de lo que ya sabemos.
La zona de aprendizaje es usualmente visitada por aquellas personas que deben aprender algo nuevo, viajar a una nueva ciudad nunca antes visitada, estudiar algún idioma o conocer a un potencial cliente de su empresa; esto puede resultar de acciones voluntarias u obligatorias, dadas ciertas circunstancias específicas, por lo cual hay quienes se entusiasman a explorar la zona de aprendizaje ocasionalmente, por ejemplo cuando deciden aprender una nueva receta de cocina, o en cambio sólo lo hacen cuando es estrictamente necesario y motivado a factores externos, como tener que hacer esa presentación oral que tanto evitaron en el trabajo, lo cual consideran algo peligroso y que atenta contra su bienestar mental. En este último caso, tan pronto como pueden, regresan a la zona de confort, donde se sienten a salvo aunque con un nuevo conocimiento adquirido producto de la experiencia vivida.
Zona de pánico
La zona de pánico está ubicada más allá de la zona de aprendizaje y es el estado mental por el que muchas personas prefieren quedarse en su zona de confort. En esta zona, el desconocimiento de las circunstancias es prácticamente total, y esta situación nos hace pensar que lo mejor sería hasta olvidarnos de averiguar lo que podría ocurrir si nos atrevemos a dar el salto hacia eso que es desconocido.
Pero, paradójicamente, a la zona de pánico también se le conoce como zona mágica, porque quienes se atreven a llegar hasta este punto tienen la oportunidad de experimentar nuevas sensaciones que podrían llegar a ser maravillosas, que no se conocían porque simplemente nunca habían estado allí.
Contrario a la falsa creencia de que la zona de confort desaparece cuando logramos superar la zona de pánico, lo que en realidad sucede es que tanto la zona de confort como la zona de aprendizaje se expanden, se hacen más grandes, reduciendo los límites mentales que nos impiden avanzar y devolviéndonos la tranquilidad de saber que tenemos todo bajo control, pero ahora con la certeza de poder vivir más cosas que antes.
¿Por qué permanecemos en la zona de confort?
La zona de confort es algo que se desarrolla y estimula desde que somos niños. A temprana edad, vivimos rodeados de todas las atenciones posibles que nos brindan nuestros padres y establecemos la idea de que no necesitamos nada más para ser felices, sólo a excepción quizá de algunos caprichos propios de la edad, como algún dulce o un juguete, pero difícilmente un niño querrá el abrazo de esa tía que está conociendo en un momento determinado y por eso se queda aferrado a las piernas de su progenitor; ¿ya los entienden?
Sucede así con el primer día de clases. La escuela es ese lugar del que nunca te hablaron y adonde te llevarán a pasar largas horas a diario, lejos de tu hogar, tu familia, tu habitación, tus cosas… Pero los niños logran saltar de inmediato a la zona de aprendizaje al conseguir amigos rápidamente, abordan luego la zona mágica y descubren que la escuela les gusta, por lo cual amplían su zona de confort al sentirse cómodos en ese nuevo ambiente. ¿Pero qué pasa cuando es el momento de cambiar de escuela por alguna determinada razón? Ocurre exactamente lo mismo, es necesario abandonar la zona de confort por algunos días, se repite el ciclo y vuelven a ampliarla nuevamente un poco más.
Al explorar ese retrato de cuando somos niños, entendemos por qué nos ocurre exactamente lo mismo en todos los aspectos de nuestras vidas; podría decirse que lo llevamos en la sangre, es inherente a nosotros, nuestra reacción mental es similar ante cada nuevo escenario y sólo cuando nos atrevemos a enfrentarlo es cuando seremos capaces, no de abandonar nuestra zona de confort, sino de ampliarla para poder vivir cosas nuevas sin inconvenientes.
Al llegar a la adultez, inconscientemente hemos desarrollado la capacidad de mantenernos en nuestra zona de confort gracias a la que seremos capaces de evitar episodios que pudieran desatar algún tipo de emociones negativas, tales como el estrés, depresión, ansiedad o angustias; inevitablemente utilizamos la zona de confort como una estrategia de protección para evitar sentirnos psicológicamente afectados por cualquier motivo, y es cuando tanto nos cuesta aceptar la necesidad de algún cambio en nuestras vidas, debido al temor que sentimos por perder algo de lo que tenemos, de quedarnos con las manos vacías, aún así cuando no estemos completamente satisfechos con la situación en la que nos encontremos.
Efectos y consecuencias de mantenernos en nuestra zona de confort
¿Pero qué sucede si nos quedamos siempre en nuestra acostumbrada zona de confort y no nos atrevemos a ampliarla nunca? Sencillamente nos perderemos la oportunidad de crecer, y esto es crecer como personas, como seres humanos; perdemos la posibilidad de fortalecer nuestro desarrollo personal, de vivir nuevas experiencias y comprobar que no todo lo desconocido es necesariamente malo.
Uno de los ejemplos más comunes en los que los adultos tienen grandes problemas para ampliar su zona de confort, es cuando llevan demasiado tiempo ocupando un mismo cargo dentro de una empresa. Es posible que su formación académica y profesional ya sea la suficiente como para aspirar a un ascenso, o también a un cambio de trabajo donde sus nuevas tareas vayan más acorde tanto a sus capacidades como expectativas. Como en todo, las oportunidades pueden presentarse, una nueva opción de empleo llega a tus manos y tú, temeroso por la incertidumbre de lo que pasará si abandonas el lugar en el que te has encontrado tan cómodamente por tanto tiempo, decides rechazar la oferta; el resultado no es que tienes la fortuna de conservar lo que ya conoces, sino que has perdido la oportunidad de conocer otro ambiente en el que seguramente habrías podido ser mucho más exitoso.
Así sucede con todos los escenarios de la vida y la verdad es que esto puede resultar en ser un arma de doble filo. El permanecer siempre haciendo lo mismo para resguardar nuestra comodidad y tranquilidad, lo cual no nos permite vivir cosas nuevas, eventualmente desatará sentimientos de frustración por no ser capaces de asumir nuevos riesgos, y esto puede afectar gravemente la autoestima; con el tiempo, nos volvemos apáticos de emprender algún reto, ya no por preservar cierta comodidad, sino porque nos tomamos muy en serio la idea de que no somos capaces de hacer nada más de lo que ya hemos hecho.
Encontrarse en esta situación puede afectar también nuestras habilidades sociales. Cuando nos estancamos y dejamos de crecer, todo nuestro entorno no deja de hacerlo, las personas que nos rodean (familiares, amigos, compañeros de trabajo, pareja) siguen avanzando, y eso genera conflictos interpersonales que serán muy difíciles de resolver, pudiendo llegar a sumirnos en un total aislamiento, perdiendo el apoyo de nuestros allegados.
Por qué vencer los límites que nos impiden avanzar.
El no salir de la zona de confort nos instiga no solo a permanecer en el mismo lugar de siempre sino también a ver todo siempre de la misma manera. No hay otros matices para lo que hacemos y la sola posibilidad de que algo cambie genera una ola de estrés que posiblemente no seamos capaces de superar fácilmente.
Vencer estos límites trae grandes beneficios con los cuales podemos tener una mente más saludable. En primera instancia, será posible lograr el crecimiento personal y el establecimiento de una personalidad acorde a nuestros verdaderos intereses, con los que comenzaremos a establecer sueños y metas que amplíen la visión de lo que realmente queremos en la vida. Con esto seremos capaces de no estar satisfechos con cualquier cosa que tengamos, sino que siempre querremos llegar más allá de donde ya estamos y alcanzar más cosas de las que ya nos encontramos disfrutando.
Al ser capaces de ampliar nuestra zona de confort, logramos aumentar nuestra autoestima y reducimos la frustración propia de la poca capacidad que antes teníamos de asumir nuevos retos. También aumenta la fortaleza interna, al poder enfrentar los diferentes conflictos que se nos presenten, con lo que además se estimula la capacidad para levantarnos de las caídas que podamos tener en la vida.
Las habilidades sociales también se fortalecen al salir de la zona de confort. Cuando nos atrevemos a conocer nuevas personas, se amplía el círculo social en el que nos desenvolvemos y ejercitamos nuestra empatía hacia los demás. Esta característica suele abrir muchas puertas, porque es precisamente por medio de la interacción con otras personas cuando más oportunidades surgen de hacer otras cosas, conocer nuevos lugares, recibir ofertas de empleo y hasta conseguir pareja.
Debemos saber identificar también cuándo realmente queremos salir de la zona de confort y cuándo aparentamos querer salir, pero en realidad únicamente estamos dispuestos a hacer cosas de las cuales estamos seguros que podemos asumir. En ocasiones, algo que nunca hemos hecho nos llama la atención y nos disponemos a arriesgarnos, pero esto será así única y estrictamente cuando no implique otros riesgos adicionales. En estos casos, no estamos ampliando la zona de confort ya que nuestras expectativas son igualmente limitadas.
Cómo salir de nuestra zona de confort.
Ya sabemos que salir de la zona de confort es necesario por diversas razones, y sea como sea, siempre será beneficioso. Pero honestamente esto a veces es más fácil decirlo que hacerlo, aunque tampoco es imposible. Basta con hacer algunos pequeños cambios en tu rutina de vida que, si bien al principio parecerán complicados, luego verás la gran satisfacción que tendrás al haberte atrevido a hacerlo.
Algunos de los siguientes consejos te ayudarán a salir de tu zona de confort:
Saber identificar si realmente estás en una zona de confort
Muchas veces las personas ni siquiera sospechan que se encuentren totalmente inmersas en su zona de confort, por lo cual deben pasar por un proceso de introspección en el que puedan darse cuenta sin son capaces de atreverse a hacer cosas nuevas, asumir riesgos, aceptar nuevos retos, viajar a lugares desconocidos, comer cosas diferentes a lo acostumbrado, etc.
Es muy fácil vivir haciendo siempre lo mismo e incluso en ocasiones no nos damos cuenta de ello, porque esa vida sin sobresaltos es cómoda y placentera. ¿Vives de esa manera? Entonces es posible que no te hayas atrevido a salir de tu zona de confort y es momento de hacer algo al respecto.
Establece metas
Ya nos hemos dado cuenta de que vivimos dentro de nuestra zona de confort, así que es momento de trazarnos una meta que nos permita salir de ella. Debemos determinar qué áreas de nuestra vida necesitan un cambio. Estos pueden ser salir de la ciudad, conseguir un nuevo trabajo, conocer nuevos amigos, aprender alguna habilidad… Cualquier cosa que requiera hacer algo diferente a lo acostumbrado, servirá.
Este punto no se trata de pensar en cosas que simplemente requieran un esfuerzo extra. Es posible que nos sintamos tentados a realizar aquel curso de cocina que siempre quisimos hacer, ¿pero esto realmente representa un reto? Considera que para salir de tu zona de confort, la idea de hacer algo nuevo debe hacerte sentir incómodo y generarte cierta incertidumbre, porque si no es así, entonces simplemente estarás cumpliendo con un capricho. El temor y la duda son los principales indicadores de que vas realmente a atreverte a salir de tu zona de confort.
Cree en ti mismo
No sirve de nada establecernos una meta si luego no creemos que somos capaces de alcanzarla. Es normal que el miedo nos invada, ya que es precisamente por eso que no nos hemos atrevido a actuar de manera diferente anteriormente, pero aun así debemos estar seguros de que el intento valdrá la pena.
Le sucede a muchos hombres cuando quieren conquistar a la chica que les gusta, que ni ellos mismos se creen que eso será posible y entonces, aun cuando han planeado durante mucho tiempo decirle lo que sienten, al final desisten de la idea, la chica nunca conocerá los sentimientos de su enamorado, y nunca sabrán si realmente habría valido la pena materializarlo.
Pierde el miedo al ridículo
¿Y qué pasa si nos atrevemos finalmente a decirle lo que sentimos a esa chica que nos vuelve locos? Pueden pasar dos cosas. La situación ideal es que el sentimiento sea recíproco y ella nos acepte, o al menos abra la posibilidad de conocernos mejor y ver qué pasa en el futuro, o por el contrario ella nos rechace y nos haga saber que sólo nos quiere como un amigo.
Es entonces en este punto cuando el hombre puede reaccionar de dos maneras. Una es sentirse totalmente apenado y avergonzado de haberse atrevido a declarar su amor, o simplemente aceptar que no ha pasado nada malo, ya que eso es totalmente normal. Así sucede en todos los escenarios de la vida, todo nuevo intento representa una posibilidad de éxito o de fracaso, y es en los errores donde se pueden aprender las mejores lecciones.
Cambia las rutinas
A veces son las pequeñas cosas las que hacen la diferencia y no nos damos cuenta. Diariamente ejecutamos cientos de acciones que posiblemente ni siquiera sean planificadas, como por ejemplo tomar una ruta al trabajo que nunca variamos porque quizás no conocemos otra. ¿Por qué no modificar un poco la rutina y conocer otra alternativa? Es posible que hasta el mismo cambio de calles o avenidas por las que transites, proporcione cierta sensación de bienestar.
¿Y qué tal si siempre que vamos al cine, vemos el mismo tipo de películas? Es posible que nos guste demasiado las comedias o las historias románticas, pero si algún día nos atrevemos a ver una película de terror, posiblemente descubramos un nuevo gusto que no sabíamos que teníamos, y también que los monstruos no dan tanto miedo.
Vamos a disfrutarlo
Por si fuese poco todo lo que ya hemos decidido que vamos a cambiar, no sirve de nada si no lo disfrutamos, y eso tampoco debe significar que todo lo que nos atrevemos a hacer deba gustarnos obligatoriamente. Basta con siempre buscarle el lado más positivo a las nuevas experiencias, y ya queda de parte de uno mismo saber determinar si valió la pena, si nos divertimos, y si simplemente nos quedamos con la satisfacción de habernos atrevido y tener una buena experiencia que contar, sin necesidad de tener que repetirla, pero que sea algo que jamás tengamos que lamentar.
Comparte con gente aventurera
Si después de tomar la decisión de salir de la zona de confort, aún no conseguimos la manera de poder hacerlo, quizás lo que nos haga falta es un empujón de parte de alguien más. No es mala idea integrarnos a organizaciones que se dediquen a hacer cosas diferentes, como grupos de deportes, excursionismo, arte callejero, canto, etc.
Pero si creemos que comenzar a hacer cosas con gente a la que no le tenemos confianza todavía, entonces podemos a apoyarnos en las personas que conviven con nosotros día a día. Ya sean los miembros de nuestra familia, nuestros amigos y nuestra pareja, la simple compañía de otras personas que nos brinden su apoyo también nos hará sentir que todo estará bajo control, sea cual sea la meta que nos tracemos.
Toma riesgos, pero no te pongas en riesgo
Tomar ciertos riesgos para salir de la zona de confort no significa arriesgarse a hacer cosas imprudentes que nos pongan realmente en riesgo. Hay que ser conscientes y coherentes con lo que queremos hacer, y actuar de manera sensata. Si queremos sentir la adrenalina corriendo por nuestras venas, podemos pensar en practicar algún deporte extremo de riesgo controlado, pero sería muy tonto, por ejemplo, saltar en paracaídas sin antes haber pasado por las instrucciones y control previo que garanticen todos los elementos de seguridad con los que debemos contar.
Busca ayuda profesional
Si todo el esfuerzo que pongas de tu parte aún no es suficiente, puedes considerar la opción de acudir a un psicólogo. La ayuda de un especialista, por medio de técnicas de psicoterapia, puede permitirte determinar el motivo por el cual aún no te atreves a vencer tus miedos, y luego estimularte a lograrlo, a aceptar los nuevos desafíos que surjan en tu vida y establecer la mejor manera de sentirte seguro y a gusto.
Siempre puedes volver a tu zona de confort
Puede parecer inútil pensar en regresar al punto de inicio cuando has podido avanzar tanto, pero esto no es así propiamente. Cuando ya sintamos que hemos hecho demasiado, no está de más tomar un descanso por un periodo de tiempo determinado, que sirva a su vez para reflexionar sobre lo que hemos logrado al atrevernos a aceptar nuevos retos.
Recordemos que todo esto también se trata de ampliar la zona de confort, y este periodo de “volver atrás” nos permitirá establecer por completo nuestra nueva forma de vivir la vida, equilibrar nuestras prioridades y convertirnos definitivamente y de manera progresiva en mejores personas, el cual es el principal objetivo de atrevernos a salir de la zona de confort.