Hechos, juicios, emociones y decisiones
Una cosa son los hechos, otra el juicio que hacemos sobre los mismos, algo diferente es la emoción que sentimos por los hechos o juicios, y un cuarto elemento son las decisiones que tomamos basadas en la mezcla de los hechos, juicios y emociones. Los cuatro elementos de la cadena se influyen, pero no de una forma automática y determinista.
La experiencia no es tanto lo que nos pasa, sino la interpretación – a través de juicios – de lo que nos pasa.
La gran conquista de los humanos es la introducción en la cadena de un juicio que añada valor, que sirva más al propósito de la persona y que no esté encadenado totalmente al hecho en sí.
El juicio nace del uso del córtex (el cerebro más moderno, el más racional) y permite tener una visión más de conjunto, un enfoque más “inteligente” de las cosas de forma que siempre tengamos una cabeza bien amueblada.
Por esta razón si la interpretación de un hecho nos reporta algún tipo de sufrimiento es que razonamos desde una mente poco desarrollada. Por el contrario, si nos trae alguna de las emociones positivas no cabe duda de que actuamos desde una mente desarrollada.
La alternativa a un juicio ponderado es el gatillazo emocional. La cadena es conocida: un hecho negativo, un juicio que lo amplifica, sobrerreacción emocional y decisiones de baja calidad. Técnicamente se llama el “secuestro amigdalar”. La amígdala secuestra la razón y deja a las emociones actuar a sus anchas.
La estructura mental de las personas se deja ver en la calidad de los juicios que hacen
La repetición de juicios sobre las cosas genera hábitos o estilos explicativos. Son la forma, o el modelo, con el que tendemos a explicarnos las cosas que nos rodean. Los hay mejores o peores. No siempre son fruto de la inteligencia innata de la persona, sino de la manera en la que nos acostumbramos a pensar.
Los peores estilos explicativos son el pesimismo, la pasividad, el “saberlo todo” y la falta de integridad. Estos hábitos bloquean las capacidades personales, ya que disparan las emociones de bajo valor añadido y por tanto predisponen a las decisiones menos inteligentes.
Los mejores estilos explicativos son el optimismo, la proactividad, la curiosidad intelectual y el interés por las cosas de los demás. Estos estilos explicativos facilitan los juicios sobre la realidad que favorecen las buenas emociones y las decisiones mejores.
Un buen juicio amplía las alternativas en las que se basan las decisiones que se toman. El juicio permite que la emoción sentida por los hechos no sea una reacción emocional primitiva, sino un sentimiento, que es una emoción más refinada y controlable por una razón más evolucionada.
Las emociones “brutas” anulan o expulsan al juicio o al sentimiento de la cadena de hechos-juicios-emociones-decisiones. Sólo hay que fijarse en la conducta de algunas personas en un estadio de fútbol o en la obcecación que produce un buen enfado. Se podría por tanto afirmar que cuánto más alta es la emoción más baja es la razón… y más pobres las decisiones que tomamos.
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