Psicólogo expertos en Ansiedad en Valencia
clínica perez -vieco de psicología, sexología y pareja
¿Qué es la ansiedad?
Todos hemos sentido ansiedad o preocupación de vez en cuando, especialmente cuando una persona tiene que enfrentar situaciones que pueden resultar estresantes como hablar en público o ir a una entrevista de trabajo.
Esto ocurre porque la ansiedad es una emoción común y normal de las personas frente a situaciones estresantes y de incertidumbre y la emoción cumple una función útil que permite adaptarnos a la vida. Este tipo de ansiedad puede hacerte estar alerta, ayudándote a ser más productivo y a realizar el trabajo de manera más eficiente.
Hay momentos en los que la ansiedad más que resultarnos útil se convierte en un obstáculo para llevar una vida normal. Esto ocurre cuando aparecen síntomas de ansiedad sin motivos aparentes, o bien, que el nivel de ansiedad ante un acontecimiento es totalmente desproporcionado respecto al peligro real que supone.
Es definitivo para el diagnóstico de ansiedad que ésta genere un malestar importante o que interfiera en la vida normal de la persona. El problema surge cuando varios síntomas asociados con la ansiedad provocan angustia o algún daño funcional en la vida de la persona que lo sufre, pues afecta al funcionamiento en diferentes áreas de su vida. Por ejemplo: las relaciones sociales y familiares, el trabajo, la escuela. Entonces se diagnostica el trastorno de ansiedad. Las emociones presentes en los trastornos de ansiedad van desde el simple nerviosismo a episodios de terror o pánico.
¿Qué es un ataque de ansiedad?
El diagnóstico de ataques de ansiedad es diferente al del trastorno de ansiedad generalizada. Algunas personas sufren de repente y sin aparente sentido, estas crisis de ansiedad.
Sin embargo, cuando llevamos mucho tiempo al límite es posible que el ataque de ansiedad se convierta también en un síntoma recurrente de la ansiedad generalizada. En su extremo, podemos encontrar el trastorno llamado agorafobia.
Síntomas de la ansiedad generalizada
- Exceso de planificación y necesidad de control
- Anticipación de situaciones catastróficas o negativas
- Dificultad para dejar de pensar
- Dificultad para concentrarse
- Sensación de angustia en el estómago, pecho o garganta
- Dolores y enfermedades psicosomáticas
- Nerviosismo y sensación de aceleración constante
- Problemas para conciliar el sueño
- Alteraciones en el apetito y/o la sexualidad
- Otros
Tipos de casos de ansiedad
Si te han dicho que sufres de ansiedad, realmente no te han dicho mucho, ya que esta es seguramente el síntoma más común que se suele experimentar en multitud de casos y situaciones diferentes. Lo importante será entender que te pasa a ti como persona para estar teniéndola.
Otros casos en los que se requiere un tratamiento para la ansiedad es cuando sufrimos ataques de pánico, si tenemos alguna fobia, como causa de las obsesiones provocadas en el TOC y en los casos de hipocondría.
Un tipo de caso de ansiedad que encuentro con bastante frecuencia en consulta, es la ansiedad social.
Muchas personas sufren de ansiedad social. Sin embargo, como no llega a ser una fobia social y nos les incapacita del todo, aprenden a vivir con ello.
Funcionamiento de la ansiedad
Cuando se habla de cómo funciona un trastorno de ansiedad es útil hacerlo a través de un círculo vicioso, es decir, un funcionamiento que por sí mismo tiende a mantenerse y hacerse más fuerte.
A grandes rasgos, cuando una persona tiene síntomas de ansiedad nota algunas sensaciones físicas desagradables como palpitaciones o mareos. Esto ocurre porque las situaciones de peligro (real o imaginario) producen reacciones a nivel cerebral y hormonal que activan el cuerpo como si fueran una alarma antiincendios: cuando se detecta una posible amenaza, toda la atención de la persona se dirige hacia esta situación para huir del peligro y sobrevivir.
Así, la persona respira más fuerte (para disponer de más oxígeno), el corazón late más rápido (para hacer llegar más sangre a los músculos y al cerebro y tener más glucosa y oxígeno), los músculos se tensan (para estar más preparados para huir o defenderse), los poros de la piel se cierran (para protegerla de posibles lesiones), etc. Paralelamente, se envía información de la alarma a otras glándulas del cuerpo para que liberen hormonas (glucocorticoides) que tienen un efecto antiinflamatorio en los tejidos y órganos, para evitar daño físico. Así, el cuerpo se siente como una olla a presión.
Una vez pasa el peligro o si se tiene éxito a la hora de afrontarlo, o si simplemente la persona se da cuenta de que no hay ninguna amenaza real, la alarma a nivel cerebral se desactiva, el sistema nervioso se reequilibra y el miedo o la ansiedad disminuyen.
Pero también puede ocurrir que, a veces, no se sepa cuál es el peligro concreto o de dónde viene. Entonces, la atención se fija mucho en las sensaciones corporales desagradables, lo que probablemente hace que el ritmo cardíaco y respiratorio aumenten aún más hasta el punto de que cueste respirar. El aumento de estas sensaciones también incrementa los pensamientos negativos. Si todo esto sucede cuando, por ejemplo, se está cogiendo el ascensor, es probable que en algún momento se decida no cogerlo más (evitación) o se haga sólo cuando son ascensores nuevos o se va acompañado del entorno cercano ( conducta de seguridad).
En este ejemplo se puede observar como la evitación y el uso de conductas de seguridad (aquellos “trucos” que la persona utiliza para poder afrontar las situaciones temidas) ayudan a que el trastorno se mantenga, ya que no permiten comprobar que los pensamientos negativos ( “el ascensor se estropeará y tendré problemas para respirar”) no son acertados, y la persona puede pensar que se ha salvado gracias a estas conductas de evitación o de seguridad.
En determinadas personas, sobre todo si han sido sometidas a periodos intensos de sobrecarga emocional y amenaza en determinados períodos del desarrollo, o si son vulnerables a la ansiedad, las respuestas de miedo/ansiedad pueden aparecer de forma continuada a consecuencia de una hipersensibilización de los circuitos cerebrales de alerta o de una respuesta lenta en el restablecimiento del equilibrio una vez desaparecida la amenaza.
Además, la repetición de las respuestas de evitación pueden también afectar el funcionamiento habitual del día a día de la persona y disminuir su libertad y autonomía. Es cuando la ansiedad y el miedo se vuelven patológicas y conforman un trastorno. Además, la frecuente activación de las estructuras hormonales implicadas puede volverse perjudicial para el propio cuerpo, ya que la presencia continua de glucocorticoides en sangre puede afectar al resto de tejidos y vísceras del organismo y generar desórdenes físicos, molestias o dolor en diferentes sistemas, así como también depresión o fatiga.
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