El Juego, soporte del Deporte
El juego, suponemos es tan antiguo como la misma Humanidad. Cuando se analizan usos, costumbres, leyes, religiones, etc., en la historia de los hombres, el juego emerge como una actividad conectada a su cultura, no solo entre los niños sino también entre los adultos, existiendo casi siempre una neta división entre juegos de hombres y juegos de mujeres y por supuesto entre juegos de niños y juegos de adultos.
Menciono aquí el hecho de que existe una diferencia significativa entre deporte y actividad física, pero a los efectos de este artículo todavía sostendré el término deporte para hacerlo “jugar” con su significación anterior a esta nueva conceptualización.
Ver jugar a un niño en la actualidad quizás sea en muchos casos, ver jugar a los “antiguos”.
Lamentamos que hoy los niños en algunas ciudades jueguen poco, excepto en algunos barrios donde todavía existen costumbres en los que priman valores familiares. Pero, hoy en día y, habría que realizar una investigación pertinente, los niños juegan poco, atraídos por el “ojo mágico” de la televisión o de las computadoras con sus juegos “electrónicos”, en los que el cuerpo solo actúa en forma minusválida, preferenciándose casi solamente el ojo y las manos.
En este aspecto, juega por lo contrario una situación contraria al placer natural que se encuentra en todo juego cuando el cuerpo es su principal actor.
Es el juego un inicio del principio de la libertad y de la creatividad, cuyas estructuraciones están íntimamente vinculadas.
En el juego como en la música encontramos también una cierta melodía vinculada a la afectividad, muchos veces tramitada en cantos, a la armonía vinculada a la organización y al ritmo vinculado a la corporeidad. Aspectos éstos que permitirían visualizar a los juegos como formando parte del Arte. En este sentido como parte del Arte de Vivir. Tema éste contundente cuando observamos el arte de ciertos deportes, los hermanos mayores del juego.
En los juegos los hombres expresamos nuestra personalidad y las diferentes proyecciones del yo tanto psicológico-objetivo como del yo subjetivo-trascendente. Un niño que juega, sabemos los psicólogos, podría salvarse de la desestructuración de su identidad, como en el caso de los niños psicóticos. Aquí soñar y jugar son hermanos de la salud psíquica. Toda una gama de expresiones tanto sensoriales como motores hasta las mas elevadas, denominadas simbólicas, forman parte del juego humano. He aquí la diferencia entre los juegos de animales los que parecen siempre estar al servicio de la lucha por la sobrevivencia. En el hombre el juego esta al servicio de fantasías, adaptaciones, liberaciones y sobre todo creatividad en la que la imaginación “por ser” esta en inmediata relación con el desarrollo pleno de las potencialidades de cada uno de nosotros. El juego también utilizado en los consultorios sirve como un elemento de diagnosis asi también como una herramienta terapéutica. Allí donde la palabra falta, el juego adviene como un modo de comunicación inmediato y verídico.
Así como en el niño, el juego en los adultos con severos problemas de identidad y trastornos de personalidad, puede llegar a a ser una actividad favorecedora para su reinserción en la sociedad, no el único modo terapéutico pero si altamente complementario.
Desde un punto de vista psicoanalítico, el jugar forma parte de la evolución psíquica del niño y siempre al servicio del despliegue sistemático de todo tipo de fantasías. Cuando una fantasía se desarrolla en el juego, una enorme cuota de placer deviene como consecuencia.
Si a esto añadimos la importancia que tiene el juego para el yo que intenta constantemente mantener un equilibrio entre lo interno y lo externo, denominado “principio de homeostasis”, imaginemos la importancia fundamental que adquiere que nuestros niños jueguen y maduren a través del devenir de su estructura psico-social. Los niños mismos cambiarán sus juegos por otros a medida que así lo necesiten.
Remito a los lectores interesados en este tema, que se vinculen con los profundos e interesantes textos que a partir de sus investigaciones han realizado psicólogos como Piaget y Winnicott. Solo a modo de ejemplo citaré lo señalado por Piaget (1956): “El niño jugando, elabora y desarrolla sus propias estructuras mentales”. Y Winnicott (l976) diciendo:”…el niño juega para expresar sentimientos, para controlar la ansiedad, para establecer contactos sociales y para integrar su personalidad”. Y añade este autor (l992): “..es bueno recordar que siempre que el juego es por si mismo terapia…En él y quizás solo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores”. Desde ambas teorías pueden observarse dos posiciones aparentemente contrarias pero en realidad son complementarias y necesarias para comprender el fenómeno del juego desde dos culturas diferentes e, inferirse la importancia que el juego tiene en el desarrollo de la personalidad de los individuos, los que “a posteriori”, tendrían mas posibilidades de acceso al deporte y al trabajo.
La libertad también puede caldearse desde los juegos infantiles como desde los deportes de los adultos. Desde jugar en libertad a poder pensar creativamente hay solo mínimas magnitudes espacio-temporales.
Es Huizinga (1980) quien sostiene que toda la cultura humana, a diferencia de otros autores mas radicales, proviene del juego siendo su inmediata consecuencia. Dice Huizinga (1984): “…el juego es más viejo que la cultura, pues, por mucho que estrechemos el concepto de ésta, presupone siempre una sociedad humana y los animales no han esperado a que el hombre les enseñe a jugar”.
Es este un punto importante por que tanto el hombre en todas las culturas y en todas las edades ha jugado y juega, también parecería ser que todos los animales cualesquiera sean sus “culturas”, también juegan. Quizás la diferencia entre ellos y nosotros sea que ellos juegan por una necesidad de sobrevivencia y nosotros por una necesidad de simbolización en nuestras vidas, al mismo tiempo que darle a las mismas un sentido trascendente.
A través de los juegos los niños van confrontando su internidad con la realidad externa, permitiéndole modificar situaciones que pueden resultarles displacenteras, tal como “tener que ir al médico” y luego jugar al “médico”. Aquí el niño juega con la angustia que aquella situación le había provocado. Por esto hay juegos que se parecen a sueños y tal como en éstos, aquellos proporcionan una salida a la angustia y expresan un deseo inconciente.
De este modo los juegos permiten al niño irse apropiando de una realidad que lo rodea bajo la forma cultural imperante y se adecua a ésta en tanto normas de convivencia oportunas para sus sentimientos de seguridad y pertenencia.
Quizás podríamos aportar aquí la pirámide de Maslow en la que el ser humano en forma inmediata debería tener satisfechas sus necesidades biológicas, luego las de seguridad seguidas por las de reconocimiento social, continuadas por las de autoestima y por fin acceder a la autorrealización. El juego en esta pirámide y dentro de su estructura y estilo, estaría al servicio del cubrimiento de estas necesidades fundamentales para que el hombre acceda a lo mejor de si. De un modo similar se encontrarían los deportes, los que siguen una línea directa en este sentido. Tanto el juego como el deporte, producen sentimientos de satisfacción biológica, psicológica, social, económica incluyendo la espiritualidad como forma mas profunda de realización personal.
Ya conocemos que el principal “soporte” del juego es el mismo cuerpo en forma integrada, aún cuando en ciertos juegos lo mismo que en ciertos deportes, se utilizan áreas preferenciadas que tienen relación con la actividad lúdica.
De todos modos, también y como extensión del cuerpo y su mente, el niño y el deportista, utilizan objetos que podrìamos denominar “transicionales” al estilo de Winnicott, tanto como juguetes naturales o tecnológicos específicos para cada juego o deporte. Hoy en dìa asistimos a la creación de tantos objetos tecnològicos que muchos juegos y deportes se apartan de las concepciones clásicas de tales, pero siempre guardando su esencialidad.
Posiblemente podríamos decir, “dime a que juegas y te diré quien eres”. Y, este ser que somos parece ya estar jugando dentro del vientre de nuestras madres, según se ha podido comprobar científicamente por los medios visuales que disponemos en la actualidad.
Son muchos los autores psicólogos, antropólogos, pedíatras, etc., que se han interesado en el tema juego en forma constante y profunda, pero a los efectos de este artículo citaré solo una frase de Bernard Shaw (l948) que siempre me ha causado admiración: “El hombre no deja de jugar por que envejece, envejece por que deja de jugar”.