Como la edad es formalmente significativa en variados ámbitos de la vida, los deportes también se ven afectados por este aspecto. La edad co-determina cuando una persona puede acceder a un deporte como también cuando sería beneficioso que éste se retirara de la vida activa como tal, pudiendo seguir en el mismo con otro rango. Son muy particulares los deportistas que siguen siendo excelentes aún después de haber superado el “standard” de edad óptimo para su continuidad en la actividad. Algo parecido sucede con los cantantes de ópera! Por supuesto que también hay excepciones para las edades de inicio de los diferentes deportes.

Una de las primeras manifiestaciones de la forma en que un nino puede llegar a practicar o no un deporte lo podemos encontrar en los juegos que juega o en los cuentos que escucha y repite y que conforman habitualmente una parte indisoluble del período de la ninez y aún de la juventud. Y esto es así ya que así como en cada juego o cuento infantil encontramos una o varias fantasías de base, también los deportes poseen en su interior fantasías y deseos inconscientes que los estructuran de un modo fijo y determinado.

De este modo es posible observar que, más allá de las destrezas físicas que se deban poseer para cada deporte en particular, existen factores “fantásticos” de personalidad que nos motivan a practicar unos y no otros deportes. Por supuesto que existirán tantos grupos de fantasías como deportes hayan. Las fantasías serán diferentes en el caso de deportes individuales o grupales. Y será por medio del deporte que las fantasías hallarán su satisfacción. Desde un punto netamente psicológico podemos afirmar que el placer en la práctica de un deporte deviene de la satisfacción física dada por el denominado “cansansio físico saludable” como de la satisfacción psicológica de la fantasía que acompana a ese deporte.

Por supuesto que como la satisfacción de una fantasía siempre es parcial, el anhelo de continuar jugando hará que sigamos practicando cada vez con mayor éxito el deporte elegido. En todos estos aspectos el placer es un completo determinante para tanto jugar como practicar deportes. El mismo juego en sí conlleva la esencia de la práctica deportiva y es probable que según lo que juegue un nino llegue a ser predecible que deporte y que tipo de deporte practicará.

Como las fantansías acompanan toda nuestra vida, sumadas a factores vitales y del entorno, la práctica de los deportes puede efectivizarse durante todas las edades, adecuándonos a las características del deporte. Hay deportes que son sólo para una edad y hay deportes para todas las edades.

El criterio para valorar según el “etarismo”, el acceso, desarrollo y desvinculación de lo deportivo, estará determinado no sólo por razones f’ísico-corporales, sino que deberán tenerse en cuenta factores psicológicos particulares, sociales, económicos, etc.

Es observable a simple vista y leyendo la biografía de muchos deportistas que por múltiples razones les ha costado desprenderse y abandonar en forma activa aquello que ha sido la pasión de su vida. Un punto paralelo al deportista lo podemos encontrar en el artista o en el profesional. Pero ésto acaso, no forma parte indisoluble del devenir humano?

Consideramos que, si del inicio de un deporte hasta el logro de sus más esperados éxitos, el deportista ha tenido en cuenta los valores que caracterizan a la sanidad personal, también más fácil y gratificante será poder acceder a un desenlace parcial en el que dignidad sea un companero de ruta.

La sociedad siempre seguirá “premiando”, aún después de muerto a aquel deportista que además de haber dejado una impronta significativa en sus actividades, estableciendo un paradigma tutelar, ha contribuído con conductas profesionales positivas a la riqueza de su tiempo.

En todo este proceso de ingreso, desarrollo, crecimiento, y finalización al mundo del deporte circunscripto por reglas y pautas bien definidas, existen internamente, no muchas veces observables a simple vista, procesos que pueden leerse desde un punto de vista antropológico como “ritos de pase”. Ritos de periódicas y sucesivas iniciaciones de la persona al deporte. Siguiendo al antropólogo francés A. Ban Gennep (1873-1957) se puede observar un período en el cuál el niño aún está separado por sus propias condiciones en rangos inferiores en los que va recibiendo, una instrucción elemental y básica que al irse cumplimentando la estructura que “a posteriori” será la base fundamental del deporte escogido. Gennep denominará a este período social, fase de separación. Existe una segunda “fase de transición” a la que se accede acorde con la edad, los logros obtenidos en el período anterior para por último ser la persona incorporada en forma definitiva (fase de incorporación), unida a sus companeros de similar competencia.

Estas fases a su vez incluirán en su seno divisiones acorde con sub-categorías. El foot-ball es un claro ejemplo de este proceso de maduración tanto en lo individual como en lo grupal. Si a todo este proceso se le anaden las calificaciones obtenidas, la visualización de los nombres propios de los deportistas en lugares especiales, los números, las categorías específicas dentro del deporte, etc. es natural que pensemos a ciertos deportes desde una Antropología Deportiva.

El deporte con sus reglas globales y particulares establece un espíritu de convivencia que mucho se parece al de la familia genérica. Y el Deporte une a la familia, tanto a los menores, como los jóvenes, como adultos y mayores en una cadena saludable que muestra que la edad, como señalan algunas personas, es una “cuestión de sentimiento”.