¿Qué es el estrés?

El estrés puede entenderse como una sobrecarga para el individuo. Esta sobrecarga depende tanto de las demandas de la situación, como de los recursos con los que cuenta el individuo a para afrontar dicha situación. Cuánto mayores sean las demandas de la situación y cuánto menores sean los recursos del individuo, la sobrecarga será mayor.

El estrés puede ser positivo o negativo. Es positivo cuando el individuo interpreta que las consecuencias de la situación serán favorables para sus intereses. Por el contrario, si percibe que dichas consecuencias serán desagradables o perjudiciales, el estrés será negativo. En ambos casos el estrés produce cansancio, activación fisiológica, etc.; sin embargo, el estrés positivo genera emociones positivas o agradables, mientras que el estrés negativo produce emociones negativas o desagradables.

El estrés se ha entendido como estímulo, como una serie de situaciones altamente relevantes y con una fuerte demanda de recursos para el individuo, como por ejemplo:

  • catástrofes naturales,

  • separación o divorcio,

  • pérdida de un ser querido,

  • ruina económica,

  • matrimonio,

  • nacimiento de un hijo, etc.

También el estrés ha sido entendido como respuesta. Por ejemplo, como los cambios biológicos asociados a las situaciones estresantes. Estos cambios biológicos siguen:

  • una primera fase de preparación (se inicia la activación),

  • una segunda fase de mantenimiento (la alta activación fisiológica es necesaria para afrontar las demandas de la situación y no puede disminuir),

  •  y, por último, la fase de agotamiento (en la cual ya no se mantiene el nivel de alta activación fisiológica, que cae bruscamente).

Estas tres fases componen el Síndrome General de Adaptación, que estudió Selye.

Hoy en día el estrés se interpreta como un proceso interactivo, en el cual están en juego las demandas de la situación y los recursos del individuo para afrontar la situación. Las demandas de la situación dependen de la valoración subjetiva que el individuo realiza sobre cómo dicha situación afectará a sus intereses. Por lo tanto, una misma situación puede ser mucho más estresante para un individuo que para otro. A su vez, los recursos de afrontamiento son valorados también por el propio individuo, que puede juzgarlos inadecuados, aunque realmente no lo sean. Este sesgo en la valoración de los recursos propios originará también una mayor reacción de estrés, una mayor sobrecarga, y un peor aprovechamiento de los recursos propios.